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PRÓLOGO

Hace tanto, pero es tan poco… Doscientos años de historia parecen mucho y son un suspiro. He escuchado decir que somos jóvenes aun aprendiendo y que no sabemos con certeza que destino queremos. También me he criado con el telón de fondo de “Uruguay: la Suiza de América”. 

Y digo, ¿hacia dónde caminas Uruguay? Y reflexiono, ¿quién no ha participado en sesudos “asados”, ruedas de mate o mesas con birras, cafecitos o cortados, en donde no hubiera comentarios o discusiones sobre temas “que hacen a la vida del país”? 

Me encantan. Siempre miro a todos mis apasionados y queridos interlocutores. Hay de todos los pelos y colores. Todos parecen tener la seguridad de un gran conquistador. Se expresan con valentía e inocencia, clavando la bandera en la arena y diciendo “¡esta tierra es mía! quitad vuestra incapaz idea de mi claro concepto, ¡o sucumbiréis bajo el hierro de mi lengua afilada!”. Y siempre caigo como un buen Homo uruguayensis en ese juego. 

Pongo “play” y dale que te dale. Y las batallas se suceden entre fogonazos de bebidas alcohólicas oscuras o transparentes, entre escaramuzas de coloridas o pálidas infusiones, carnes y ensaladas que van y vienen, y siempre, siempre, llegamos al mismo resultado: “ni vencidos, ni vencedores”. 

No hay dramas, nos vamos a dormir, todos tranquilos... Mañana no nos invadirán ni los bayanos ni los porteños… 

Podrá caer la economía mundial, podrán tirarse un cuetazo en algún lugar crítico, pero aquí mañana saldrá un sol manso, ese mismo que está en nuestra linda bandera que lleva los colores del cielo. 

Sí, es una caricatura. Pero encierra algo como que tal vez aún no se ha escrito la historia final. 

Las plumas aún debaten. Sea en el Teatro de Verano o en el Palacio Legislativo, sea en Carrasco o en “el” Borro, y como dijera Jaime desde el Cerro a Bella Unión, todos aún vivimos en una dialéctica espiral, una pax armada que nos inmoviliza, una guerra fría que nos congela de más, y por más que intentamos tirar del carro para el mismo lado, hay ideas lastres que aún nos mantienen en el barro del subdesarrollo. 

¡Claro que hay avances! ¡Como negarlo! Sea por inteligencia o por el “natural devenir de las cosas”, hay avances. ¡Ojo! Con cualquier pelo y circunstancia hay avances… De otra forma, sería negar que vivimos… Siempre se avanza… 

Pero nos movemos lentos, lentísimos, y cuando damos algún saltito, aplaudimos a rabiar como un gol de la “celeste querida”. 

Estoy convencido de que podríamos ir más rápido, con otro ritmo, con otra alegría. 

Este espacio es un “parate-pensá-¡dale!”. Quiere ser un instante de reflexión hacia un quo vadis Uruguay, pero más, ver el camino hacia las grandes oportunidades. 

Lo hago desde una perspectiva de una palabra del idioma español que me ha cautivado desde hace mucho y aún no sé –o sí- porque no la usamos en estas latitudes. Es la palabra “futurible”. 

Para la Real Academia Española, futurible es un adjetivo que significa “Dicho de una cosa: Que podría existir o producirse en el futuro, especialmente si se diese una condición determinada”. 

Es el futuro posible, el futurible. Una mezcla de visión y acción, una meta, unas ganas, una energía novedosa y creativa. 

Ojalá les guste. Me he sentido bien escribiendo esto. Es una mezcla de “indagación apreciativa”, prospectiva, confianza y pasión “oriental”. 

Quiere ser una humilde contribución positiva a encontramos con nuestras mejores fuerzas redentoras. 

El más grande, el paisito querido, merece lo mejor de cada uno y de todos. 

¡Vámonos al 2030! 

Daniel J. Pagliano Freire